Rousseau y Babilonia

Naturalismo frente a la Civilización

Lea Celik Sommerseth Shaw

11/14/2025

Rousseau y Babilonia
por Lea Celik Sommerseth Shaw

Si uno de los naturalistas más importantes, Rousseau, se hubiera puesto de pie a orillas del Tigris y del Éufrates, no habría sido indulgente con la cuna de la civilización.

Para Rousseau, el “estado de naturaleza” no era solo un lugar histórico, sino una condición filosófica: un tiempo en el que la humanidad vivía libremente, guiada por el instinto. Y, con ello, “la cuna de la civilización” representaba para él el momento exacto en el que la humanidad comenzó a apartarse del mundo natural. La invención de la agricultura, el surgimiento de Babilonia y el inicio de la administración marcaron lo que llamó el primer paso hacia la desigualdad.

“Fue el primer hombre que cercó un terreno y pensó en decir: ‘Esto es mío’, y encontró personas que le creyeron; él fue el fundador de la sociedad civil”, escribió Rousseau. Para él, Mesopotamia fue precisamente ese campo del hombre. Los templos se alzaron, los reyes gobernaron por mandato divino y la igualdad natural de los seres humanos quedó sepultada bajo las mareas de la organización administrativa.

Rousseau habría admirado los logros de Mesopotamia —su escritura, sus códigos legales, su física—, pero los habría considerado fruto de la administración, no del progreso natural. El Código de Hammurabi habría significado para él no la justicia, sino la consolidación de la autoridad.

Allí donde las sociedades mesopotámicas se organizaban alrededor de la monarquía divina —la idea de que los dioses gobernaban a través de los reyes—, Rousseau habría visto el origen de la tiranía disfrazada de religión. En Mesopotamia, el poder descendía desde lo alto, sancionado por el cielo; en la visión de Rousseau, la autoridad legítima debía surgir del propio pueblo, guiada por la voluntad moral colectiva y no por decretos sacerdotales.

Sin embargo, la crítica de Rousseau no habría carecido de empatía. Habría comprendido que el pueblo de Mesopotamia no eligió la corrupción; buscaba un sentido. Las llanuras aluviales exigían coordinación y trabajo compartido. Pero la necesidad condujo a la dependencia, y la dependencia, a la dominación. A partir de esto, Rousseau podría haber concluido que Mesopotamia revela la tragedia de la civilización: la tensión inevitable entre la necesidad y la libertad. La tragedia de Mesopotamia es que, al dominar la naturaleza, la humanidad empezó a perder su propio ser natural.

Comprender Mesopotamia, diría Rousseau, es comprendernos a nosotros mismos: construimos administración y quedamos atrapados en ella. Entre el mundo natural y el nacimiento de la civilización y el industrialismo, el Tigris y el Éufrates fluyen recordándonos que, cuanto más nos elevamos sobre el mundo natural y nos internamos en la civilización y su sociedad industrial creada por el hombre, más debemos reconocer la presencia y la importancia del mundo natural.

Lea Celik Sommerseth Shaw
Ginebra, 14 de noviembre de 2025